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martes, 13 de agosto de 2013

LA ALDEA UMOJA

Esta es la historia curiosa de una mujer y de una aldea.
Rebecca Lolosoli creció como un miembro de la tribu Samburu, y asistió a la escuela primaria y a la escuela de enfermería, que tuvo que dejar debido a la falta de dinero para pagar los honorarios. A los 13 años de edad fue obligada a casarse con un hombre que le triplicaba en edad, comenzó su propio negocio de venta de bienes y empezó a hablar para ayudar a las mujeres que fueron víctimas de violación por parte de soldados británicos, por ello los hombres del vecindario la golpearon. Cuando su marido no protestó por la paliza, ella lo dejó… Violada y abandonada a su suerte, supo luchar por sus ideales y crear un lugar de comprensión en la nada, es una defensora de los derechos de la mujer y la matriarca de un pueblo sólo para las mujeres…

La Aldea de Mujeres Umoja (que significa “la unidad” en el idioma swahili), fue creada en un terreno no deseado, en las grandes zonas secas de las praderas.
Rebecca recorrió las aldeas de los alrededores para hablar a las mujeres de sus derechos, y junto con varias mujeres de Kenia que decidieron abandonar sus hogares, ya que también eran víctimas de la violencia, estableció la aldea de las mujeres. Sus motivos no eran faltos de peso. Todas habían sido violadas por soldados ingleses, abandonadas por sus maridos y desterradas de la comunidad según una ley muy común para este tipo de delito que quiere que la culpable sea la víctima.
 
Una vez que la nueva aldea estuvo más o menos construida (un par de docenas de casitas de barro y paja dispuestas en círculo en lo alto de una colina cercana a la Reserva Nacional de Samburu, una región de enorme belleza, aunque más o menos abandonada a causa de la sequía y baja productividad), las mujeres decidieron que allí jamás un hombre sería admitido, excepto los que fueron criados de niños y siempre y cuando observen las reglas de la aldea y no intenten dominar a las mujeres. Umoja es de y para mujeres que han escapado de matrimonios obligados, del ostracismo de la violación o de la mutilación genital. Se rigen por una serie de reglas autoimpuestas que se basan en garantizar la igualdad y el respeto mutuo dentro de la comunidad. Lo que empezó como un grupo de mujeres sin hogar  en busca de un lugar donde sentirse protegidas del maltrato, se convirtió en una aldea circular, delineada de barro y estiércol, dirigida completa y exclusivamente por mujeres seguras de sí mismas. Se trata de un santuario donde se decidió que a los hombres no se les permitiera vivir en su aldea y un refugio de emergencia para mujeres en peligro en un país donde la mujer es como una propiedad porque forma parte de la dote.
 
Para mantenerse a sí mismas, además de la venta de collares artesanales, viven de las ganancias que deja un centro cultural y un camping cercanos, creado para los turistas que visitan la vecina Reserva Nacional de Samburu. Con los beneficios que obtienen, han repoblado la zona e incluso han podido contratar los servicios de varios hombres para transportar leña, un trabajo que en Kenia corresponde a la mujer, han trabajado para disminuir su dependencia de los bovinos que mueran o sean robados en tiempos de sequía. Ahora tienen un gallinero, y las mujeres venden los huevos en un mercado. Además, el dinero se usa para cubrir gastos médicos y mantener operativa una escuela que cubre tanto a los niños de la aldea y a los de pueblos de los alrededores, como a las mujeres que desean aprender a leer y a escribir. Finalmente, compraron la tierra en la que viven.
 
El poblado actualmente cuenta con una fama tan sólida que mujeres de toda Kenia se acercan a él en busca de ayuda o simplemente consejo. Sus historias varían: algunas son niñas pequeñas que huyeron de matrimonios forzados con hombres ancianos; otras fueron violadas o sufrieron abusos; y varias son viudas rechazadas por sus comunidades.
 
Refugio para las azotadas y lugar de asesoramiento para viudas sin recursos, la aldea da también cobijo a las que, como una niña de 13 años, sobrina de la misma Rebecca, deben unirse en matrimonio con un hombre tres veces más viejo. En esta aldea, prohibida a los hombres, no hay problemas para las pequeñas, no se las casa con viejos y los muchachos ayudan a las mujeres en el trabajo. Hoy, medio centenar de mujeres con sus 150 hijos viven y trabajan en Umoja. Emocionante resultado de la inteligencia, del coraje y de la determinación, aquello que no era sino un refugio de mujeres que comenzaban de cero se convirtió rápidamente en un lugar económicamente viable, próspero, pacífico y feliz.
 
En un lugar donde los hombres han sido la causa principal de tantas penurias y, en la mayoría de los casos, el motivo para que ellas huyeran de sus hogares, es fácil deducir que las víctimas no quieren tener vínculo alguno con el género masculino. Pero no es así. La mayoría de las más jóvenes de la aldea planea casarse y tener hijos. Se les permite salir con hombres de fuera del pueblo y, de hecho, se les anima a que así lo hagan. Judy, una aldeana de 19 años que hace cinco huyó de un matrimonio arreglado con un hombre polígamo mucho mayor que ella, planea casarse algún día. Sale con hombres de fuera de la aldea, lo que no solo es permitido sino también alentado por las habitantes de más edad, y cría a un bebé de 6 meses llamado Iván. Cuando se case dejará Umoja para irse a vivir a la aldea de su esposo. Pero, hasta entonces, es feliz aquí. La diferencia es que estas mujeres quieren casarse y formar una familia en sus propios términos.
 
En 2.005 una mujer fue asesinada en Umoja. Desde entonces, la aldea tiene vigilancia nocturna.

Rebecca ha sido elegida varias veces como presidente de la aldea y es también presidente de la sección local de la Organización Wanawake Ya (MYWO), un grupo sin fines de lucro, voluntarios que trabajan para mejorar las vidas de mujeres y jóvenes en Kenia. Recibió el Premio al Liderazgo Global de Vital Voices en 2.010 y sigue luchando por el derecho de la mujer a tomar decisiones, poseer la tierra y manejar un negocio, trabaja sin descanso para poner fin a las prácticas y a la violencia contra la mujer.
 
ROSA

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