Buscar en este blog

jueves, 1 de agosto de 2013

ETIQUETAR

Los artículos de consumo vienen etiquetados, así por ejemplo, cuando vamos a comprar leche la etiqueta nos indica si se trata de leche entera, semidescremada, descremada, sin lactosa, con w-3, con fitoesteroles… información interesante puesto que las personas con intolerancia a la lactosa, las que no quieren engordar, o las que por cualquier motivo deciden optar por una u otra, con la etiqueta lo tienen fácil… la etiqueta lo “dice todo”…
Pero, ¿y en el caso de las personas?... cuando las “etiquetamos”, ¿lo decimos todo sobre ellas?... La información de un producto “cabe” en una etiqueta, pero la información sobre alguien, sus deseos, su personalidad, sus creencias, sus inquietudes, lo que son y lo que esperan… todo eso no hay suficiente papel para describirlo.
Etiquetar es encasillar, describir a alguien o algo en una palabra o frase corta.
Existen argumentos a favor de la etiquetación como fórmula necesaria en la comunicación, sin embargo, el uso del término tiende a remarcar el hecho de que etiqueta es una descripción aplicada desde fuera, más que algo intrínseco del individuo al que etiquetamos; cuando etiquetamos a una persona no lo hacemos en base a lo que es, lo hacemos teniendo en cuenta lo que somos nosotros… lo que vemos en él de similitud o diferencia con nosotros mismos (de ahí las etiquetas positivas o negativas)… lo que hace que sea exagerada y normalmente con pocos detalles esa percepción que tenemos sobre otro.

Etiquetar a los demás es describirlos de una manera corta, lo que convierte la descripción en reductiva y simplista. Las personas somos mucho más que “carcas”, “progres”, “intelectuales”, “liberales”, “creyentes”, “agnósticos”… cada uno llevamos un mundo dentro lleno de convicciones y de contradicciones, nadie es en pureza algo que quepa en una palabra… los “creyentes” tienen dudas, los “agnósticos” miran al cielo pidiendo ayuda, los “modernos” son fieles a ciertas tradiciones, los “clásicos” se ponen camisas de flores cuando van de vacaciones…

Las etiquetas están constituidas por nuestras ideas, prejuicios, actitudes, creencias y opiniones preconcebidas. Al etiquetar a otro nos justificamos a nosotros mismos.
Y una etiqueta no es solo una palabra, una etiqueta es una forma de atribuir características,  si etiquetamos a alguien de “tonto” suponemos que no pisa una biblioteca y que jamás nos lo encontraremos en una conferencia…
Cuantas veces nos sucede que una vez hemos sido etiquetados por alguien, si tenemos una conversación con él queda sorprendido porque a pesar de la etiqueta que te puso y según la cual no tiene nada que ver contigo, hablando se da cuenta que tiene más puntos en común de lo que se esperaba.

Encasillar a las personas es reducirlas, todos somos diferentes, todos somos librepensadores, es cierto que como animales sociales nos unimos a grupos y evidentemente lo hacemos a aquellos que más se asemejan a nuestra ideología, pero aun dentro del grupo nos diferenciamos y si con la etiqueta que se le pone al grupo a veces no nos identificamos, con la que nos ponen a nosotros no nos reconocemos. Y antes de ser un ser sociable, el individuo es persona, libre y con capacidad de razonar y decidir sobre sus actos.

Una persona es un ser con poder de raciocinio, que posee conciencia sobre sí mismo y que cuenta con su propia identidad, un ser capaz de vivir en sociedad y que tiene sensibilidad, además de contar con inteligencia y voluntad, aspectos típicos de la humanidad… nada que ver con la leche entera, semidescremada, descremada, sin lactosa, con w-3, con fitoesteroles…
Dejemos las etiquetas para los productos de consumo, ni etiquetemos a las personas, ni dejemos que nos etiqueten, nuestras características no caben en una etiqueta.

ROSA

No hay comentarios:

Publicar un comentario